jueves, 7 de julio de 2011

De como dejé Barcelona por Hong Kong... la continuación.

La verdad es que a pesar de haber dormido solo un par de horas, en el avión apenas dormité un poco. Muchas emociones en el corazón y pensamientos en la cabeza... ¿o era al revés? vaya. la falta de sueño si ha sido considerable. Con mis maletas convenientemente documentadas hasta Hong Kong, salí del aeropuerto Charles De Gaulle cargando solo con mi keepall y mi bolsa de mano. Me encantaría decir que una limo me esperaba para llevarme a comer al Plaza Athenée o ya de perdis a L'Avenue. Pero no. Fui a formarme a la cola del autobús que llega justo a espaldas de la Ópera, a una calle de Galeries LaFayette. ¿Quien necesitaba más? con los 70 euros que ahorré del taxi (one way, imaginen otros 70 de vuelta) ya me quedaba un extra para un shopping de despedida.

Me baje del autobús y la mano ampollada por el peso de la Vuitton me estaba mandando una señal: "No podrás conmigo tooooooooodo un día por París de arriba abajo". Y era cierto. Así que decidí pasar por mi hotel de toda la vida, en el que me hospedo siempre que voy a París. El Pelletier. ¡Ay, como lo quiero! Es barato, viejo, un poco oscuro... pero siempre me reciben como si fuera el dueño.Y no fallo esta vez. Con gran sonrisa, Xavier, uno de los chicos de recepción que conozco desde hace siglos, me guardó la maleta por el resto del día. Y todavía salio a despedirme a la puerta agitando la mano. Me sentí como en "Hello Dolly". Así, libre como un pájaro y solo con mi bolso y mi atuendo de viaje, me dispuse fui a decir "Au revoir" a París.

Un montón de gente arremolinada fuera de los almacenes Printemps me hicieron acercar para darme cuenta que... ¡EN PARÍS HABÍAN COMENZADO LAS REBAJAS! Mi corazón dio un vuelco. Esto era exactamente lo que necesitaba como despedida de Europa. Pero, espera un momento... ¿Son las rebajas y yo solo tengo 6 horas en París? Esto requería de un plan maestro. Mi idea primera de ir a tomar un cafecito a Saint Germain, caminar a la vera del Sena y pasarme por Chanel de Rue Cambon para ver si algo caía, tuvo que ser intercambiada por otra más audaz: buscar las sandalias romanas de Burberry Porsum que no había podido comprarme antes y que ahora rebajadas, seguro me las podía llevar a China. Así comenzó la peregrinación de la tienda de La Madeleine a la de la Rive Gauche y luego a Printemps. Nada. Ya no existían. Una sombra oscura cubrió mi corazón y rostro y juré, frente a Notre Dame, que cuando unas sandalias me gustaran tanto, nunca, pero nunca más volvería a esperar a las rebajas.



Abatido, decidí sentarme en un cafecito de Fauburg Saint Honoré a tomar un bocadillo. La gente me miraba. ¿Era la tristeza en mi rostro o la flor kilométrica en mi solapa lo que llamaba su atención? No lo sé. El caso es que decidí caminar un poco para ver si Givenchy, Yves Saint Laurent o Gucci podían animarme un poco. De pronto, a mis espaldas escuché una voz que me decía: "C'est jolie, ça" señalando mi flor y chaqueta de Lanvin. Mi quijada fue a caer justo al lado de mis calzones cuando caí en cuenta que, quien elogiaba mi atuendo, era nada menos que quien lo había creado: ¡Alber Albaz! ¡En persona! Yo solo pude decirle "Merci bocoup" y el hombre siguió su camino hasta un edificio mas adelante. Tan sorprendido me quedé que no me vino a la cabeza pedirle una foto. ¡Mierdaaaaaaaaaaaa! Pero bueno.... me quedo con que Albaz elogió mi atuendo... o ¿más bien no fue que se elogió a si mismo? Después de todo, fue él quien lo hizo.... En fin. Ya más animado, decido darle una segunda oportunidad al shopping. Ya solo quedaba poco tiempo. Gucci fue la opción: un par de zapatos gloriosos fueron mi trofeo de esa tarde. Tenía una cita más, y camino a ella, me topé, cara a cara, con Junior, el ex de Rocío Dúrcal. ¿No es este el día más extraño de la vida?



La ultima actividad de ese día era la más difícil, porque sería también la más emocional: Mis queridos amigos Blanche y Yann me encontrarían para una copa en la terraza del Park Hyatt... antes de partir al aeropuerto. Ahí entre risas, anécdotas y un poco de nudo en la garganta recordamos juntos lo que habían sido estos tres años en Europa, desde que dejé México. Barcelona era mi casa, cierto, pero también lo fue París y su gente. Blanche y Yann que me acogieron en su casa tantas veces, mi querida Brenda con la que corrí tantas y tantas maravillosas aventuras en Chanel.Tantos amigos mexicanos que reencontré ahí en los desfiles. Karl Lagerfeld (para mi París es Karl Lagerfeld). Y la gente del cafecito de la esquina del hotel, Madame Louise, la dueña del Bistró que tanto amo.... Todos ellos hicieron de este tiempo una joya que, con devoción atesoro. En la puerta del autobús, con mi maleta y bolso volviendo a torturarme, era otra la pena que me importaba más: dejar atrás a mis amigos, a París y todo lo que eso significó durante este tiempo.

Pero me aguanté como los machos. Y no lloré. Aunque ganas no me faltaron cuando, llegando a la puerta del avión a Hong Kong me dijeron que me habían dado un ascenso a Business Class. Ahí quise llorar, pero de gusto. Ya instalado en mi asiento enorme, sorbiendo champagne y refrescándome un poco, pensé en lo que me esperaba: mi marido con sus amantes brazos abiertos recibiéndome a una nueva vida. El corazón me dio un brinquito eufórico.Puse entonces la televisión antes de tomarme el lexotán que me pondría en brazos de Morfeo. ¿Que elegí de la programación? Los dos capítulos finales de la última temporada de la serie Sex and the City. ¿Se acuerdan? Cuando Carrie se va a París dejando su vida atrás. Esta extraordinaria coreografía del destino si pudo conmigo: entonces si que me puse a llorar... hasta quedarme dormido. Y despertar en Hong Kong. Pero eso ya es otra película.

miércoles, 29 de junio de 2011

De como deje Barcelona por Hong Kong

Permítanme, primero, una breve introducción a lo que este blog aspira a ser. Por años, me negué a ésto. Honestamente, me parecía una pérdida de tiempo cuando podría estar escribiendo para mis publicaciones habituales. Y de pronto, la verdad cayó contundente ante mis pies, el mundo se había hecho pequeño.Así, por mas que las ame, mis revistas de toda la vida ya no eran suficientes para llegar a la gente que quería y más: para decir lo que debía. ¡Cuantas anécdotas, desfiles, presentaciones o encuentros han quedado fuera de publicación por falta de espacio o bien por no coincidir con los gustos de mis editores! Así que ante la inminente realidad y la insistencia de my beloved y amigos queridos, nace este foro.Modas y modos, tendencias y decadencias, cosas serias o frívolas a morir se pasearán por aquí. Es una aventura... y me sentiré honrado de emprenderla con todos ustedes....



Bye Barna.... pasando por París.



Estaba anunciado. Despúes de decenas de despedidas en falso, finalmente me vi en las puertas de casa con dos maletas que pesaban tanto como mis clases de latín en la Universidad. Aparte de esto, acompañándome muy cerquita iba conmigo mi keepall de Vuitton Graffiti (de la primera edición, claro) con toda mi joyería y mi bolso de mano, un 2.55 XL de Chanel en mezclilla cuya cadena serviría para inmovilizar a cualquiera. Jeans, t-shirt blanca, chaqueta y una flor mayúscula en la solapa era mi atuendo.Se que puede sonar un poco carriebradshawesco, pero confieso que la culpa la tiene mi tía Bertha. Debía tener unos 5 o 6 años y vi llegar a mi tía Bertha a casa, con traje sastre y sombrero. Eran los años 70.Yo no podía dejar de mirarla y le pregunté: ¿Porqué vistes así? y respondió con una gran naturalidad: "Para ir en avión siempre hay que llevar algo elegante". Supongo que nunca lo olvidé....








El caso es que ya vestido, con maletas y todo estaba dispuesto a dejar mi casa, no sin un poco de lágrimas de nostalgia... que se convirtieron en llanto de horror cuando descubrí que el ascensor no funcionaba. Así, después de maldecir a los vecinos que se habían mudado al tercer piso (seguro que fueron ellos, como si lo viera) tuve que bajar las maletas, una por una y a puntapiés, por las escaleras de los cinco pisos. Sudado como un cerdo me instalé en el taxi y trate de maquinar una estrategia para que no me cobraran exceso de equipaje. Dos maletas de 23 kilos no tenían nada que ver con una de 29 y otra de 32. Al final, con un poco de coquetería, logré que la mujer de Airfrance pasara por alto mi ligero sobrepeso: "Que delicioso perfume lleva usted, ¿eh?", una sonrisa aquí y allá, un comentario remarcando mi tristeza por dejar Cataluña (dicho a una catalana) obraron el milagro.




Pues bien: pasar por security check era el temor siguiente. Una maleta llena de joyería (especialmente si la lleva un hombre) puede causar sospechas en la policía. Y vamos, que no son diamantes o esmeraldas, pero es mi colección de piezas couture que atesoro desde hace más de una década. Regalos de amigos queridos, broches que he ido comprando en mis viajes a la semana de Prêt-à-porter... en fin. Al final, los oficiales españoles pasaron de mi olímpicamente y pasé como si nada. Seguro que están acostumbrados a ver gente con maletas llenas de joyas. En fin... paso a buscar mi puerta de embarque. La ultima -literal- del aeropuerto. La cadena del bolso Chanel ya me empieza hacer daño en el hombro. Y la Vuitton que pesa 12 jodidos kilos, ya me ampolló las manos. Estoy sufriendo como un imbécil, pero ¿a quien le importa si me veo estupendo? París: primera parada. Aquí voy...